Francisco Javier Alonso, conocido por todos como Felipe, trabaja desde 2006 como conserje en el Teatro-Auditorio de Cuenca. Él mismo afirma que a cabezón no hay quien le gane, lo que le ha ayudado a superar todos los obstáculos que han aparecido en su vida y convertirse en la persona que es hoy en día

El acceso a puesto de trabajo para personas con discapacidad es esencial para promover la inclusión e integración social y potenciar el desarrollo personal de estas personas.
Pregunta. Actualmente trabaja como Conserje del Teatro-Auditorio de Cuenca, ¿cómo ha sido el proceso hasta llegar a este puesto?
Respuesta. Antes de adquirir el puesto, estuve trabajando dos años en Trillo (Guadalajara) como ayudante de cocina. Era un lugar maravillo y todos nos llevábamos fenomenal. Además, durante ese tiempo, estuve haciendo teatro por toda la comunidad con la Fundación Anade. Sin embargo, las cosas se empezaron a torcer y yo me quería ir. Fue entonces cuando para el 2004 buscaban en el Auditorio de Cuenca a un Conserje con discapacidad. Rápidamente desde ASPADEC (Asociación para la atención a personas con discapacidad intelectual o del desarrollo y sus familias de la provincia de Cuenca) se acordaron de mí y me presenté al puesto. Estuve un año de prueba y finalmente conseguí el trabajo, hasta ahora. Mi jornada laboral es de ocho a tres de la tarde y me encargo de la atención al público, atender el teléfono y proporcionar la información que sea necesaria. Aunque también me suelen mandar algún recado.
P. ¿Qué aceptación tuvo por parte de los compañeros cuando llegó por primera vez? ¿Le han tratado bien siempre o en algún momento ha sentido rechazo?
R. Nunca he tenido problemas con ningún compañero, aquí cada uno nos centramos en nuestro trabajo y vamos a lo nuestro. Es cierto que durante los primeros años, me querían despedir por mi problema con la bebida, pero al final, me ayudaron a salir de ello y me quedé. Con el público tampoco he tenido problemas, siempre he estado de maravilla y han sido muy respetuosos conmigo.
P. Y en sus anteriores trabajos o a lo largo de su vida, ¿ha sentido rechazo por parte de la sociedad?
R. En todos los momentos he sido aceptado, nunca he tenido ningún problema con la gente, al contrario. Es verdad que hay personas que se te quedan mirando, pero yo pienso “que miren todo lo que quieran, a mí me da completamente igual”. Antes tenía complejos, pero ahora mismo ninguno, yo voy a mi aire y hago lo que me gusta y me apetece.
P. ¿ Cuál ha sido la mayor dificultad a la que se ha enfrentado en su vida?
R. He tenido muchos percances a lo largo de mi vida, pero lo más duro ha sido mi problema con la bebida. Al principio no me aceptaba, me gustaba estar solo y cuando me juntaba con alguien era mala compañía. Tuve problemas con el hígado, y gracias a la ayuda y apoyo de varios amigos, entré en un centro de desintoxicación. Sin embargo, tras ocho años abstemio, me dieron la noticia de que se me había curado mi problema en el hígado y volví a aquello. Al final conseguí salir de ese mundo y seguir adelante.

P. Cuando cumplió 23 años entró a formar parte de ASPADEC, echando la vista atrás, ¿cómo cree que le ayudó ser usuario de la asociación?
R. La verdad es que he sido un desgraciado en mi vida y tengo que dar las gracias a muchas personas que me han ayudado durante estos años y que han seguido a mi lado a pesar de todo. Allí, más que compañeros, hice amigos y confidentes con los que he compartido muchas cosas. Además, desde la asociación apostaron por mí y gracias a su ayuda, soy la persona que soy ahora.
Una persona, por muchos problemas que tenga, si no acepta la ayuda que le ofrecen, no va a salir hacia delante. En mi caso, si en vez de haber aceptado la ayuda hubiese recaído en la bebida, habría perdido todo. Ha sido un camino con mucha trabas, pero acepté la ayuda y he llegado a donde estoy ahora.
P. ¿La sociedad hoy en día le acepta mejor que cuando vivía de joven en su pueblo?
R. En los pueblos siempre ha habido más discriminación que en las ciudades, allí no estaban tan informados. Ahora, la gente se va haciendo poco a poco, aunque en el mío me siguen tomando por gilipollas. Todavía hace falta concienciar a mucha gente, sobre todo a aquellos que se ríen de las personas con discapacidad. Si esas personas tuviesen en su casa a una o varias personas con discapacidad, otro gallo cantaría.
P. A pesar de la visibilidad y la evolución que se ha producido en los últimos años, ¿cree qué sigue habiendo importantes barreras en la sociedad?
R. Discapacitados creo que somos todos, solo que unos más que otros. Lo que hace falta es reconocer que las personas con discapacidad podemos hacer muchas más cosas de las que la gente se piensa y hay veces que incluso lo hacemos mejor que el resto.
Hay que cambiar la mentalidad, sobre todo, de los más jóvenes. Hay que educar a las personas para evolucionar y no volver atrás. Al final, todos somos personas y cada uno es diferente, lo importante es tratarlo acorde a lo que esa persona es. En vez de reírse, hay que ayudar.
P. ¿Qué ha aprendido durante estos años que pueda transmitirle a alguien en una situación similar a la suya?
R. Hay que seguir adelante sea como sea, la vida es según la quieras llevar tú. La gente que dice que la vida es una mierda, se equivoca, la vida es maravillosa. Siempre digo que problemas tenemos todos, pero cuando sales a la calle, te cuelgas la mochila donde están las cosas malas que tengas y sales con humor. Yo siempre miro lo bueno, hago lo que me gusta y soy feliz.
Buena entrevista, ayuda a visibilizar que las personas con discapacidad tienen problemas comunes.